Sentado en la recepción,
como escondiéndose detrás del periódico, se encontraba el primer paciente de esa tarde de 22 de
diciembre. Había llegado media hora antes de la hora pactada de su cita,
pudimos observar que traía bien boleados los zapatos y usaba kakis bien planchados, las manos bien arregladas y
el pelo bien engomado. No se quito el
periódico cuando se le saludo…
Nos instalamos y pedimos a la asistente que hiciera pasar al paciente.
De 50 años aproximadamente,
tez morena y lentes de pasta, soltó de escopetazo:
-Quiero que me quite todas las cicatrices…
Su rostro no evidenciaba
gran daño solar, es decir supusimos que
trabajaba en oficina, e intuimos se trataba de un profesional, ya que
portaba un gran anillo de graduación de x universidad en su mano izquierda…
Realmente no tenia gran problema,
nada que no fuera esperable para su edad, es mas, parecería demasiado pulcro en
su cuidado.
Platicamos de las
opciones y expectativas, de tiempos y
costos…
De pronto pregunto:
- ¿me
aseguras que voy a quedar sin marcas?
Se le dio explicación de lo
que se podía esperar... pero no me dejo concluir porque sus ojos se llenaron de
lágrimas y sollozo como lloran los niños que pierden su juguete favorito… tomo un clínex, se quito
los lentes y enjugo sus lagrimas:
-
Tengo 5 días de que ya no tengo trabajo…
mi trabajo de 22 años, me lo quitaron y
se lo dieron a un muchachito… yo ayude a levantar esa compañía… y ahora me
sustituyeron por alguien “actualizado”…
No supe que decir ante el
quiebre del paciente… pero el
continuo después de una breve pausa donde inspiro profundo y pausado… como quien
acaba de encontrar alivio
-
Por eso vengo con usted… necesito verme
bien para mis entrevistas de trabajo, porque
aun soy joven y no puedo quedarme sin
luchar… pero no puedo competir así con los muchachitos… así que estoy en
sus manos…