En este mundo, en que no cae resbala...
Durante las rotaciones extramuros en los centros de salud, no era infrecuente toparse con pacientes muy pintorescos, como esta senora que vieramos en la rotación extramuros, en aquel frio febrero del 98...
Entonces doctor, primero me pongo
un pazon de coca o unas tachas… y ya que estoy arriba, me inyecto diazepam…
nomas un chiris - explicaba detalladamente la veterana y bien vestida mujer,
señalando como se inyectaba y mostraba las huellas en su brazo izquierdo, bien
disimuladas bajo la manga de su blusa - porque
con los primeros me pongo en onda y luego, pos con el diazepam me quito lo
agitada… y lo disfruto mas… así nadie se da cuenta que ando en onda… y no me
pongo bien locota... si ya me paso….
Al entrar, nos inspiro ternura – “una dolencia articular y una opresión en
el corazón”… eran su motivo de consulta. Afuera hacia tanto frio que calaba, vestía un
hermoso abrigo de pieles, plateado como su pelo. Había permanecido en la sala
de espera, de pie, negándose a aceptar
el asiento que la asistente y luego la única
paciente que acudió ese dia, le ofreció…
- No, gracias, así estoy bien…
se limitaba a decir, y en su tono de hablar, gentil pero cortante, marcaba la
distancia entre ella y los simples mortales.
Al entrar se quito histrionicamente el abrigo, quedándose solo
en un suéter de lana blanco y una falda de cachemir color camello, se veía bien cuidada, de buen gusto para
vestir y que no pasaba hambres, traía algunas joyas, pero no todas “porque una ya no puede andar
con todas las alhajas, hay cada mariguano en la calle”… olía a White diamons, el perfume de Elizabeth
Taylor, y su cabellera estaba perfectamente acomodada , definitivamente no pertenecia a esa colonia proletaria
Como ya no había nadie más en la
sala de espera y había tiempo, nos conto de que estuvo estudiando en Chicago y Nueva
York, que estuvo en Woodstock y anduvo de grupeé de algún grupo, que ni valía la pena recordar el nombre, que
había sido bien marihuana y “le había dado rienda suelta a la hilacha” , que
había probado de todo y que comoquiera había graduado cum laude de
filosofía universal y que la habían repatriado por asuntos con la ley, por unos
amigos que tenia, que después nos contaba… pero que por eso tenía dinero,
porque aun le mandaban algo de vez en cuando del otro lado… “gente
muy inflúyete, pero no puedo decir nombres”...
Que estuvo Tlatelolco en el 68,
que había sido maestra en la UNAM y que conocía a “toda la bola de huevones que
ahora están en el gobierno” -argumentaba: “puros burros, conseguían les
arreglaran el Kardex por motivos políticos”… momentáneamente pareció
quebrarse y continuo:
“Si mataron muy buenos muchachos… lo mejor de México
se quedo regado en la plaza y se hizo humo en el campo uno” decía con
nostalgia y prosiguio… que a ella le gustaba andar en la punta del grito y que
se había salvado porque le dieron el
pitazo… “y pues mejor me pele, si no, no
le estaría contando esto”
También nos conto que se caso dos
veces, que el primero lo dejo “por arrastrado” y el segundo no aguantaba sus vicios “pero nomas me enmarihuanaba
cuando estaba sola” “nunca delante de mis hijas; es más, las tres que tengo son
profesionistas, bien bonitas y tienen unas familias preciosas y me ven todos
los días, así que no soy tan mala, eso si, no les gusta que salga sola, menos a
comprar mis cosas… pero tampoco me las quieren traer”…
Para ese momento ya habíamos 6 o 7 estudiantes
atentos a su narración … después de interrogrla y explorarla entreverado de
sus anécdotas, concluimos que presentaba una incipiente insuficiencia cardiaca y osteoartritis…
le explicamos y formulamos su receta…
ella se veía feliz y prometía regresar para contarnos más… casi a punto de
salir, giro sobre sus talones y le dijo al que hizo la receta:
-“como vez hijito, si me haces de una vez una
recetita por unas dos o tres ampolletitas de diazepam… así no me arriesgo en la
calle…”