El viejito y la pistola
El Sr. Ayala, octogenario hombre, bajito y
calvo, que tiene la mirada dulce de aquellos pocos hombres que sin pretensiones, han vivido de forma humilde
una buena vida, tomando las cosas como vienen, se veía ese dia algo emocional,
tal vez inquieto, llevando un paquete que abrazaba como un niño a su juguete más
querido,… ese día no acudía solo por
saludar, como lo hacía al menos una vez al mes…
Algunas
de esas veces me traía a enseñar algunos objetos raros, de esos que los abuelos
suelen guardar: fotos, libros, medallas de la guerra, balas antiguas… o
veíamos en internet videos de las guerras, de armas y de la historia en
general… siempre eran amenos esos 10 a 15 minutos…
Después
de los saludos y de ponernos al día de la inseguridad, de política, de su
próstata y de la salud de la familia, me sentencio:
No
se vaya a ofender doctor, pero le voy a dar una objeto que es de mucho valor
para mí-
Metió
la mano ceremoniosamente en la bolsa cartón de medio uso, saco una franela roja y de ella lentamente desenvolvió un estuche
de piel, y ante mi asombro, saco una pistola plateada, finamente labrada y
acerada, que dejaba ver su antigüedad,
pero esmeradamente cuidada.
Sorprendido
le cuestione
-¿Y eso?
-Es
para usted, no me haga el desprecio…
-Híjole
don, pero es demasiado, no puedo
aceptarle este regalo, es un arma de colección, debe de costar mucho…
-Si doctor,
debe de costar x cantidad, ya las he visto en el internet… por eso se la quiero
regalar a usted… me contesto el anciano- me lo
regalo mi abuelo…
Cuando
tenía 15 años, su papa lo saco de la escuela y lo puso a trabajar, ya que “ya era hombre”, lo que le trajo mucho
pesar… su abuelo, al verlo acongojado y ante la injusticia, le llamo en privado
y le dijo – “te voy a dar algo que mi papa me dio cuando deje de ser niño, lo
había guardado para ti y este es tu momento” y de un estuche al fondo
de un desvencijado ropero saco el mismo paquete
que traía el sr Ayala el día de
hoy…
Me
conto que su bisabuelo fue quien la trajo de España y que había luchado con los
franceses cuando el Káiser Guillermo … así que tiene tiempo y tiene mucho valor sentimental, dijo
entrecortado -pero ya soy mayor y pues no quiero que cuando yo falte, se quede
arrumbada… y yo se que usted valora estas cosas y la va a cuidar… y
dejo correr una lagrima de uno de sus ojos azul profundo… no tengo a quien dejársela, y no
me gustaría, usted sabe… la usaran mal o no supieran lo que significa…
enjugándose las lagrimas, acaricio las cachas y el cañón del arma y a
continuación la deposito en mis manos
– Por
favor no me haga el desprecio…
Conservo
esa arma en mis artículos personales, recordándome que a veces, en nuestro
trabajo, nos volvemos parte de la familia de nuestros pacientes, y algunos de
ellos, trascienden en tiempo y espacio a través de nosotros… y pienso, si algún
día tengo un hijo, heredársela y contarle del señor Ayala, el hombre calvo de
pacifica mirada y de su bisabuelo, el que lucho contra el Káiser…