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viernes, 14 de junio de 2013

Malas noticias...

Por mas años de estudio y experiencia nunca estas suficientemente preparo para enfrentar ser el portavoz de la sentencia...

Sentado en la silla del sobrio consultorio particular, aquel alto y moreno trabajador de la construcción, vestido con su ropa de faena color caki, maltratada pero pulcramente aseada, mantenía sus lustrosos zapatos de trabajo bien plantados sobre el piso; observo como el médico contraia el  grueso entrecejo forjado por las horas de concienzudo estudio y de como apretaba los dientes  y fruncía la boca al revisar  los examenes que hacía dos meses le había pedido.
Ese gesto lo decia todo... 
 Los estudios los llevaba hasta ese dia  porque no había podido juntar lo necesario, por otros compromisos de pagos de la vida diaria… 
Solo, sin que nadie lo acompañara para no preocupar a la familia, acudió a recibir las noticias que le marcarían el sendero por el que transitaría su ahora depreciada existencia.
El hombre había comenzado con una fatiga inusual, se le caían los objetos y  presentaba un tic que hacia reír a sus nietos. Cuando comenzó a tropezarse y a batallar para hablar decidió ir a consultar.
Múltiples diagnósticos, tratamientos, estudios y cientos de pesos gastados porque en su servicio médico no salían de su diagnóstico de "fatiga crónica" , "cosas de la edad" y “usted quiere incapacidad”, le llevaron con aquel  novel médico particular que estaba de moda por lo acertado de sus diagnosticos, buscando alivio a su cansancio y torpeza…
Entonces ¿es la enfermedad que usted me dijo, la del beisbolista…? – se atrevió el hombre a pronunciar, rompiendo el sórdido silencio que mediaba en la habitación.
Como la “enfermedad del beisbolista” a la que se refería el hombre, es la enfermedad de Louis Gehring, exitoso pelotero que trunco su carrera por presentar ESCLEROSIS LATERAL AMIOTROFICA o  por sus siglas “ELA”, enfermedad degenerativa neuromuscular que ocasiona parálisis progresiva hasta la total minusvalía conservando solo los movimientos oculares, y por ende, cruel de inicio y mortal de necesidad… y que solo escuchar esas tres letras “ELA” crispa a los versados en el tema.
El otrora omnipotente  galeno, sentado en su majestuosa silla, desde donde momentos antes creía jugar a ser dios al creer dar salud o alivio a los achaques y disfuncionalidades de los que a él con fe acudían por ser públicamente sabido que era atinado en el diagnostico y contundente en la terapéutica, no pudo más  que tragar saliva,  lo que le causo un profundo y agudo dolor en la garganta… y en esa fraccion de tiempo, ante la imagen que se presentaba ante él, la de una gallarda y inexpugnable  atalaya que se derrumbaría  no ante sus enemigos, sino por algo que no pudo prever: su propia manufactura, persibio lo crudo de su propia naturaleza: humano, imperfecto, finito.    … y que ni él ni otro poder sabido en la tierra, podría detener la progresión de la enfermedad en un hombre que por demás estaba sano.
- Si. 
Contesto desde lo más profundo de su silla, asintió con la cabeza y guardo silencio, mientras su estomago le quemaba, el corazón le latía a mil y por poco libera una lagrima de esas que son por coraje, impotencia y dolor ajeno… El y su ego, se fueron haciendo pequeños en esa majestuosa silla… 
Asi, súbitamente, era de nuevo un simple mortal.
El silencio se hizo denso, sepulcral  y los segundos pasaban marcados por el reloj de pared escuchandose  como martillazos en cantera...  El bullicio de fuera del consultorio ponía toque bizarro a la situación, diciendo “la vida continua, y el tiempo se va”
El paciente, en su posición de hombre recio, inquebrantable "tal cual debía ser ...", comprometido  proveedor y cariñoso cuidador,  pudo sentir la empatía y pesadumbre de su médico (antes tan distante y ahora tan cercano a su tragedia),  comprendió que sus sentencia estaba dictada, cerro sus  obscuros ojos, hecho la cabeza hacia atrás y exhalo un suspiro, tal cual lo hacia para reposar unos segundos en los dias de mas pesada faena en su duro trabajo...
Pasaron unos segundos más y  el intercomunicador quebró el silencio para informar que seguía otro paciente…
El paciente recupero su postura y bajo la cabeza, su frente revelaba, a pesar del aire acondicionado del consultorio, un leve roció de sudor.  Mirando al piso y manteniendo fuertemente  apretadas sus rugosas manos sobre las rodillas  , no pudo mas y dejo escapar un par de pesadas lágrimas…acto seguido con el dorso de la siniestra retiro  la evidencia húmeda de su realidad y exclamo:
-Usted disculpe...
El medico torpemente atino a extenderle un Kleenex
-Entiendo - prosiguió- Mi hija me leyó al respecto en Internet... ¿Que sigue doctor?
¿Cuándo me voy a morir?