- Ándele Dra., déjeme salir nomas
un rato - Suplicaba el paciente internado en cuidados intensivos a la
Dra. G., que lo tenia internado porque el
robusto hombre de unos 55 años, pelo entrecano, tez morena y de un mirar sereno se había infartado días
antes y aun no estaba en condiciones ni de deambular… - regreso ahorita, se casa mi hija,
y como lo va a ser como se debe, si no le doy su bendición… ándele por favor,
es a las 8:00, pa´ las 10:00 ya estoy d’regreso… ándele no sea malita…
realmente, “daba cosa” oír la suplica
del hombre…
A medida que pasaban las horas,
la angustia el hombre aumenta y se reflejaba en sus parámetros vitales, refería
dolor precordial, su pulso y frecuencia cardiaca aumentaban, se sentía mareado, pero no cesaba en su
suplica:
- Mi hija se casa, por favor…déjeme salir, le juro que la entrego y
regreso, luego luego…
-Si
no se está tranquilo lo voy a tener que sedar de nuevo,… se va a volver a
infartar y entonces si, ni ahorita ni
después, así que ya estese tranquilo… lo que me pide no se puede… ¿me
explique? … yo se que para usted es
importante…
-Si doctora, usted disculpe…
El hombre, en su calidad de hombre de los de antes, no se permitió derramar las
lagrimas que arribaron a sus ojos…
Pasaron algunas horas, la rutina
en cuidados intensivos seguía su
habitual devenir… entraron y salieron como siempre lo hacen, sin pedir permiso,
enfermeras, doctores, las chicas del aseo… todo lo que normalmente sucede, así
que nadie noto cuando entraron…
-Dra. G. ¿el
paciente de la cama 4 tenia interconsultas?
La doctora levanto la cara
de los manuscritos que redactaba y frunció el entrecejo… vio junto a
la cama del paciente a tres personas (una mujer y dos hombres),
pulcramente vestidas de pitufo y bata, llamándole la atención que el paciente
sonreía como cuando un niño es
obsequiado de algo muy deseado… las miradas de la doctora y el paciente se
cruzaron, por lo que la Dra. intrigada y sin mediar palabra con su personal, se
levanto de su silla y se dirigió al
cubículo… y alcanzo a escuchar: entonces ámense y cuídense como buenos
cristianos, les doy mi permiso y mi bendición – mientras hacia la señal
de la cruz sobre ellos, los jovenes estaban tomados de la mano…
Los jóvenes se incorporaron al
entrar la doctora en el cubículo:
-Mire Dra.!! Es mi’ija y su esposo, bueno ya
meros, vinieron por su bendición ¿Cómo no voy a querer a una hija y aun yerno
así…que me dieron mi lugar? - en
esta ocasión, el hombre no pudo contener las lagrimas… papa no llore!! -exclamo la
hija, mientras lo abrazaba, su maquillaje se
corría por las espontaneas lagrimas…
El otro hombre, dejaba ver bajo
el “pitufo” un cuello “Mao”, blanco con
negro, como los que usan los sacerdotes católicos al oficiar misa…
-Dra. Usted
disculpe, pero hay ocasiones que es mejor pedir perdón que pedir permiso… le
interpelo, al interceptarla en el
dintel del cubículo…
-Sí, pero váyanse ya, porque pueden meterse en problemas… hay señor mío!! Me va sacar canas verdes! El hombre enjugo sus lágrimas y casi soltó una
carcajada, la Dra. regreso a su escritorio, y a sus espaldas los presentes se despedían y
a si como entraron, se esfumaron de la sala…
- Entonces Dra., ¿llamó a
seguridad? – pregunto la enfermera que había observado todo - porque se me hicieron sospechosas esas personas…
¿eh? ¿Qué le dijeron? ¿De donde eran?... Porque la muchacha se me hiso
conocida, no es la…
-Esos doctores tenían
un permiso especial… la interrumpió la Dra. Sin querer dar más
explicaciones…
-¿De dirección, Dra.?
Insistió la ceñuda mujer…
-No, del de mero “arriba” - respondió la Dra. sin
apartar la vista de las hojas que
momentos antes había dejado de llenar… -Póngase
a chambear y ya no ande de intrigosa –
le ordeno sin voltearla ver -
-Ah, no, pos,… si es así, ok, con los
de la secretaria o del sindicato no hay que meterse… observo la mujer, mientras
se disponía a realizar su ronda…