Abotagado, descuidadamente vestido con chamarra vaquera, camisa con el cuello nejo y
un raído pantalón de mezclilla y con unos
kilos demás, no lo reconocí de inicio: Su otrora melena roquera era cosa
del pasado, ahora lucia un scalp adornado con un par de cicatrices, recuerdo de viejas batallas al calor de
algunas copas; sus ojos apenas se entreabrían por lo apupujado de sus
parpados y su piel cetrina adolecía de
pulcritud.
Me lo tope en una de esas calles de mala vida y mucha
muerte, que por azares del destino tuve por error que transitar… me salió al
paso y con un efusivo ¿qui’hubo? tan
suyo, tan festivo, tal como cuando te saludaba al recibir guardia en los
tiempos de su gloriosa juventud, cuando era acertado, critico mordaz y hábil
clínico de x subespecialidad, pero que ya desde entonces, ocasionalmente
percibíamos el estigma etílico que evidenciaba
sus noches de juerga…
- Cosas de jóvenes, ya se le pasara… ¿Quién no ha llegado
así? Mientras que no la cague, todo esta bien… - alguna vez un superior
asevero…
Tarde una milésima en conectar mis ojos con mi corteza
frontal, porque no espere toparte
por esos rumbos olvidados de dios, a
alguien que en su momento me
enseño, me inspiro respeto, me brindo apoyo y una
amistad desinteresada durante la formación de la residencia… y menos topármelo
en esas condiciones…
Sobrevino el abrazo y el tufo del “don Bucho” me golpeo el rostro… platicamos
brevemente de lo que se platica en esos
encuentros: me conto que trabajaba de medico general en una “fundación de
beneficencia” de esas donde cobran a 10 pesos la consulta y ve un chingo de
gente, que había que hacerle la lucha y
que ya no le deban chamba en los hospitales "porque no se prestaba a tranzas", que ya sabia yo que él era muy buen
medico , que le tenían mala fe, que nadie lo quería recomendar ni dar cartas de
recomendación y que eran muy
quisquillosos, por lo que mejor dejo su subespecialidad para ayudar al prójimo…
Terminamos por prometer
que a nos veríamos incumpiblemente pronto, para tomar unas cervezas y
ponernos al día y casi para concluir, con su voz aguardentosa sugirió:
– A ver si platicamos, para que me prestes tu consultorio
algún día de la semana… y agarrar nos
centavos… balbuceo bajo los influjos del
espiritual brebaje que tomaría minutos antes…
- Es que comparto con mi esposa el consultorio… tartamudee
– Si, ya se… bueno gracias… nos estamos viendo… y se dio la media vuelta… y desapareció dentro de un bar tal cual
apareció…