lunes, 13 de agosto de 2012

Hojalatería y pintura



Sentado en la recepción, como escondiéndose detrás del periódico, se encontraba  el primer paciente de esa tarde de 22 de diciembre. Había llegado media hora antes de la hora pactada de su cita, pudimos observar que traía bien boleados los zapatos y usaba kakis  bien planchados, las manos bien arregladas y el pelo  bien engomado. No se quito el periódico cuando se le saludo…
Nos  instalamos y pedimos a la asistente que  hiciera pasar al paciente.
De 50 años aproximadamente, tez morena y lentes de pasta, soltó de escopetazo:
       -Quiero que me quite todas las cicatrices
Su rostro no evidenciaba gran daño solar, es decir supusimos que  trabajaba en oficina, e intuimos se trataba de un profesional, ya que portaba un gran anillo de graduación de  x universidad en su mano izquierda…
Realmente no tenia gran problema, nada que no fuera esperable para su edad, es mas, parecería demasiado pulcro en su cuidado.
Platicamos de las opciones  y expectativas, de tiempos y costos…
De pronto pregunto:
 - ¿me aseguras que voy a quedar sin marcas?
Se le dio explicación de lo que se podía esperar... pero no me dejo concluir porque sus ojos se llenaron de lágrimas y sollozo como lloran los niños que pierden  su juguete favorito… tomo un clínex, se quito los lentes y enjugo sus lagrimas:
-          Tengo 5 días de que ya no tengo trabajo… mi trabajo de 22 años,  me lo quitaron y se lo dieron a un muchachito… yo ayude a levantar esa compañía… y ahora me sustituyeron por alguien “actualizado”…
No supe que decir ante el quiebre del paciente…  pero el continuo  después de una breve pausa  donde inspiro profundo y pausado… como quien acaba  de encontrar alivio
-          Por eso vengo con usted… necesito verme bien para mis entrevistas de trabajo, porque  aun soy joven y no puedo quedarme sin  luchar… pero no puedo competir así con los muchachitos… así que estoy en sus manos…